De Daniel Zárate.
El “Bello Dulce Durmiente”, un
padre de familia, hijo y esposo, tiene todo en la vida, pero cuando un
diagnóstico de diabetes le deja el ego destrozado y vulnerable, pasa de ser una
persona normal a convertirse en un monstruo invisible, Daniel Zárate, en este
cuento (al más puro estilo de C. Palahniuk), hace una crítica al sistemas de
salud mexicano, a la inconsciencia de los pacientes de su continuo deseo de auto destrucción, de
auto aniquilación, Zárate lanza un fragmento de la vida de la mente de un
paciente terminal, de muchos que día a día mueren en los hospitales del país,
así sacude y agita nuestras mentes de modo brutal, para dejar una
reflexión de los diferentes ángulos de
los que puede ser vista la enfermedad
como un proceso social.
Noviembre 2012. DR. Tlaxcala, México.
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Un pequeño algodón entre las yemas de mis dedos pulgar y medio trata de detener la pequeña
hemorragia causada por un pinchazo de una lanceta, obtener una gota de sangre es
la única forma de saber cuánta azúcar, glucosa como lo llaman ellos, hay en mi
sangre, ya no me duele el procedimiento, ya no me duele el alma, fastidiado
estoy, pues tengo más de 10 años que me diagnosticaron diabetes, 10 años de visitas al médico, de la sonrisa
nerviosa de la enfermera con la que te pide permiso para perforar tu dermis y
sub-dermis, hasta llegar a un vaso sanguíneo, en el segundo o tercer intento,
el paso siguiente es exprimir tu dedo, depositarla el vital líquido en la zona
indicada de un aparato y en treinta
segundos sabes si te estas muriendo por dentro… suena el tono de aviso del
glucómetro
Bit, bit…
Su sangre esta envenenada,
Bit, bit…
Su glucosa está muy alta,
Bit, bit…
Ya hizo su testamento?
10 años
de recibir la misma información a veces amable a veces a regaños, 10 años de escuchar “no mucho pan”, “poca azúcar”, “nada de refresco” y “pocas tortillas”, 10
años de servicios médicos saturados de gente enferma, de hedores en salas de
espera, de pocos medicamentos, y ¿para qué tantas recomendaciones?, terminas
varias veces en la sala de urgencias de algún hospital, con la luz blanca fluorescente
que choca con tu cara, con su zumbido
característico de choque de polos negativos y positivos mediante un gas,
seguramente lo vi en Discovery Chanel, de camillas pegajosas y de batas
desgatadas por el contacto con tantas pieles, de controles de enfermería con
música de los 80´s a bajo volumen, con
vías venosas tapadas que tendrán que
cambiar las enfermeras en la madrugada. Pero ¿quién tiene la culpa de que
me esté muriendo por dentro?, tal vez la revolución, que no logro el cometido
de igualdad, pues de donde yo soy, naces y creces teniendo casi nada, pasando
hambres y frustraciones, o tal vez las crisis económicas la cual permitió que
poca gente sea más rica y muchos pobres, o tal vez la globalización,
“que palabra tan cool”, que permite que consuma dietas con muchas calorías, o
tal vez los padres de mi esposa, que no le enseñaron a hacer una comida
saludable, con sus cinco tiempos, !que carajos se yo¡, lo que se, es que pierdo
la sensibilidad y la vista por momentos, le quiero echar la culpa a la
insulina, pero aun no me están poniendo, o a las 20 pastillas que me tomo a
diario, pero a veces no me las tomo; Otros médicos dicen que es mi obesidad
grado dos, la que no me deja bajar mi glucosa y quieren que haga ejercicio, y
donde fregados quieren que lo haga, ¿en el deportivo? para ser el espectáculo y
burla callada de los demás, ¿o el futbol? que es donde logro bajar unas cuantas
calorías, que inmediatamente subo con las cervezas del festejo, ¿quién ha dicho
que el futbol es un deporte?, es un mecanismo propagandista como lo utilizo
Hitler en Alemania, solo que aquí los dictadores son los empresarios de
productos chatarra y alcohol.
Bit,bit…
Mucho
alcohol,
Bit, bit…
El rico alcohol,
Bit, bit…
Maldito Alcohol,
Pero creo que soy demasiado tímido
o estúpido para aceptar esta idea, de nuestro mediocre futbol, aunque ni siquiera el futbol mexicano, que de
mexicano solo tiene poco, es tan bueno
como el europeo; La médico de urgencias,
mujer de ojos hermosos y pelo negro azabache, con mi expediente en la mano, se
acerca y después de dibujar una amable sonrisa me dice que mis niveles de
azúcar estaban por los cielos, y yo me pregunto ¿a qué equipo le ira?, ella
continua y me explica que esto fue lo que me hizo desmayarme en la fiesta
patronal del zoquete de mi cuñado, después me entere que fue un pánico total,
me burlo en mis adentros, algunas lloraron y entre ellas mi madre, yo creo que
era por culpa, ya que en toda su rama paterna han sufrido de la “Diabetis”, o
diabetes como ellos le dicen, como si nombrarlo de una manera u otra va a
cambiar mi salud, los genes de su familia son los que portan mi desconsuelo;
Los ojos de la médico me hablan y me dice que una vez que se termine el suero,
me van a dar de alta, me da una serie de indicaciones de las cuales no entiendo nada, habla comprensivamente, pero
como en otro idioma, prefiero verla a
los ojos y contemplarlos, ya que su escote no está a mi alcance, si tan solo la
diabetes me dejara tener una erección constante, la podría invitar a salir,
solo un café
Bit, bit…
Solo una caricia,
Bit, bit…
Solo un
beso,
Bit, bit..
Solo pasión…
Me pregunta la médico- ¿ha entendido? - y asiento como todas
las veces que me he estado frente a uno de ellos, no sé por qué creen que les
haremos caso, no sé por qué piensan que sus palabras cambiaran nuestra infancia
y nuestras carencias, o nuestras creencias, solo déjenme lo más nuevo para
volver a envenenarme con mi estilo de vida, pienso; El otro día tuve un sueño
muy raro con una enfermera, se encontraba en el bosque con un traje blanco con
su cofia y todo, se veía como esas actrices de la serie guardianes de la bahía,
pero con ropa, era tarde noche y en su mano llevaba charola con un manzana
roja, esplendorosa escena, me invitaba a
comerla, yo tímidamente me acercaba y ya en la seguridad bajo su mirada me
atrevía a tomar la fruta y morderla, de repente todo cambiaba, el bosque se
marchitaba y la enfermera perdía su aspecto celestial a una chistosa bruja de
cuento, que me decía, “la manzana
envenenada está y tu azúcar subirá y subirá”, entonces comenzaba a correr por
el bosque marchito, las ramas perforaban mi piel, el dolor era intenso y la
ansia acababa con mi ser, hasta llegar a
un precipicio donde caía, de repente desperté
de un salto en mi cama, bañado en sudor dulce.
Bit, bit…
Con mi respiración rápida…
Bit, bit…
Con mis sueños detenidos…
Bit, bit..
Con mi fuerzas disminuidas…
Mis hijos se encuentran en la
sala de espera del hospital, es bueno porque así se acostumbraran cuando a
ellos les toque estar de este lado, si yo no pude educarme ¿cómo puedo educar a
ellos a para ser saludables?, traen mi ropa limpia y un bolsa repleta de
ánimos, pero en el fondo les fastidia venir por mí, les fastidia recibir los
regaños y recomendaciones de ellos, pero saben que no será a última vez que me
intoxicare con mi droga legal, “azúcar” y terminare una vez más, en el
servicios de urgencias, si supieran que toda vía les falta el proceso de la
diálisis, mis riñones se comienzan a desvielar, no por falta de agua, si no por
exceso de azúcar, es como si le pusieras aceite al radiador, todo se iría a la
chingada, todas las cañerías tapadas y
debilitadas, les faltan vivir mis las
arritmias y los ataques al corazón, pero
al final lo más emocionante, las amputaciones, como puercos en matadero nos
despojan de extremidades infectadas por nuestro descuido, por nuestra culpa,
eso siempre lo dejan en claro, supongo que como mecanismo de defensa, para no
sentir cuando descuartizas a un ser humano,.
Bit, bit…
No tengo
manita
Bit, bit…
No tengo patita
Bit, bit..
La tengo desconchabadita
Si el gobierno reuniera el dinero
que gasta en nosotros los diabéticos descompensados en un año, alcanzaría para comprarles a nuestra familia
un Tsuru, y en 15 años el gasto será el doble, pero que se jodan los demás, yo
prefiero gastarlo en ingreso recurrentes a urgencias, quien sabe, a lo mejor es
porque me siento solo y el hospital es el único lugar donde me ponen atención y
me atienden, a veces de mala gana, a veces de a rápido o tal vez porque espero
que encuentre otra vez unos ojos
hermosos y pelo color azabache, o de a perdis un rico escote, así que la cuota
que le doy a mi seguro popular, que es
cero pesos, me lo voy a cobrar con
creces. Pues seguramente yo no tengo la culpa, porque seguramente tú lector la
tienes, o es culpa del sistema, de la falsa política o de la religión, pero
alguien la debe de tener.
Bit, bit…
Luces fluorescentes otra vez…
Bit, bit…
Médicos y enfermeras
corriendo a mi alrededor…
Bit, bit…
Los escucho…Pero ya no me muevo…
Bit, bit..
Ya no…Ya no
FIN